Despídete, de los hijos que ya no te necesitan, y déjalos ser libres.
Despídete, de lo bueno que viviste, sin apegarte al tiempo que pasó, por temor del presente y el futuro.
Despídete, del mal que cometiste, sin atarte con culpas y reproches; perdonándote a ti mismo.
Despídete, de lo bueno que viviste, sin apegarte al tiempo que pasó, por temor del presente y el futuro.
Despídete, de las ofensas que te hirieron, sin esclavizarte en la prisión del rencor y la amargura.
Despídete, de los que, muriéndose, partieron, para que dejes de esperar su regreso, y camines tu camino en la esperanza, de encontrarte tú con ellos...
Despídete, deja correr el río de la vida, llevándose las aguas que estás viendo, para que tengan lugar ante tus ojos las aguas que no viste todavía, y ya están viniendo...